TERCEROS

LIBERTAD DEL MIEDO @CONTROWEBSIA

María, recién llegada de ejercer como observadora de la UE en las elecciones en Myanmar, me pregunta si no me da miedo ir sola al cine. ¿Miedo? ¿al cine?

Mark, surfero, campeón de squash, emigrante, lleva años queriendo venirse a España a vivir sin atreverse a plantearlo a su jefe y, cuando finalmente lo hace, éste le dice que perfectamente puede tener en Madrid la base en vez de en Londres.

Raquel, mujer valiente, trabajadora, independiente, no limpia en un metro alrededor de la jaula del hámster porque le da miedo. ¿Miedo?

El miedo atonta, nos ha dicho mi padre desde que tengo uso de razón.  He sentido miedo muchas veces, mogollón.  Conozco el bloqueo que genera pero también conozco lo bien que sienta superarlo. Lanzarte a la piscina. Y, aunque podría poner ejemplos más existenciales en mi caso el tema del tráfico me ha servido de entrenamiento para aprender a superar el miedo en otros ámbitos, a anestesiarlo.

Porque si, por ejemplo, el taxista con el que viajas se gira para hablarte en el asiento de atrás, en una carretera de doble sentido donde a duras penas cabe un coche o se pone a hablar por el móvil mientras esquiva a una vaca atravesada,  a unos señores caminando y a un motocarro lleno de señoras maravillosamente vestidas para ir a uno de los templos de celebración del Punjab hindú, y te deslumbran los focos del camión que viene en dirección contraria, rey de la carretera, a toda caña, mientras ves tu vida pasar, pasas miedo, sí, un poco de miedo. Durante horas, así, durante horas. A diario, durante días.  Nada como un videojuego puede ilustrar lo que he sentido cuando, de noche, en una autopista sin luces, los coches se dan la vuelta y circulan en dirección contraria para esquivar un atasco bloqueado. Sin palabras. Abres los ojos apoyada contra la ventana de un bus y ves que la rueda trasera va al aire en una curva donde a la derecha sólo ves un ma-ra-vi-llo-so precipicio y decides cerrarlos. Sí, cerrarlos y disfrutar de la siesta.

Porque la otra opción además de machacarte por ser tan imbécil de haberte subido a ese coche con un descerebrado ¿cuál es? ¿no salir de casa? ¿no viajar? ¿dejar de vivir experiencias increíbles por lo que pueda pasar? ¿cuál es el peor escenario? ¿morirte feliz? me compensa.

Y con esta práctica lo extrapolo a otros ámbitos. Oye, que no significa que lo consiga, pero lo intento.

Efectivamente, sabio papá, el miedo atonta.  Anestesiemos el miedo.

Y con este runrún escucho en una entrega de premios de libros de empresa al economista Theodore Zeldin hablar de libertad pero no en el sentido de “libertad, igualdad y fraternidad” que, dice, no ha traído los resultados esperados. ¿Libertad para expresarte? Pero qué pasa si el otro no quiere escuchar. ¿Igualdad?, pero… ¡si no somos todos iguales! ¿Fraternidad? Pero sacando la riqueza de cada individuo.  ¡Cuánto sentido común! Me convence y me llega su mensaje de

¡Libertad, sí… del MIEDO¡

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