
Enviados por mis padres en misión especial para evaluar el nuevo destino de mi hermana Bárbara y su familia llegamos a India hace un mes.


Con la escusa de pasearnos por el país los cinco mantenemos el secreto de controlar si Guille (10), Afri (8) y Mara (6) han asumido el ya conocido como cambio “namindio” o necesitan repatriación inmediata. Tan integrados les ven que Luís ya amenaza con venir a estudiar aquí algún trimestre (glup, la misión puede volverse en nuestra contra).
Si sus padres están o no bien es secundario para nuestro objetivo pero vaya por delante en este informe que Tomás habla con pasión de su trabajo en salud pública y Bárbara se lo pasa como enana con sus alumnos de español y sus clases de yoga. Pinta pues esto para largo. Y eso a pesar de la desesperación por los meses de calor insoportable, el tráfico insufrible en todo el país, los olores, la mendicidad y el sobrecoste que en todo te aplican al ser extranjero por mucho que regatees.
Comentemos pues lo que está siendo esta evaluación de la que tanto estamos aprendiendo todos.




Convivencia infinita. Inés se había propuesto llevarse bien con los hermanos y ya camino del aeropuerto temía ser como Scaramucci, el portavoz de la Casa Blanca de Trump que no había pasado ni una semana en el cargo tras su nombramiento. Por cierto que hemos pasado de pedir a Luís que se escondiese en el camino porque había policía y en la furgo del abuelo íbamos uno de más a viajar los cinco más equipaje en un tuc tuc. Anestesiados con las barbaridades que se hacen en el tráfico, con corte de carretera por derrumbe en el Himalaya incluído, tras varios viajes de 16 a 20 horas, nuestro medio favorito es sin duda el tren donde las horas pasan sin darte cuenta y no hay que esquivar vacas. En el bus, los conductores son seleccionados de entre los más descerebrados del país y las agujetas, al pasarte la noche frenando para no escurrirte en las curvas, duran días. Las papeletas de la ruleta rusa de la vida en autobús van con el billete. Una y no más. Pero pasan los días y ya consigues disfrutar del paisaje en los desplazamientos, del colorido de los saris y alucinar con las macro rotondas en Delhi con jardines y bancos para relajarse dentro (aún por averiguar cómo leches se cruza a ellas si para ir al baño con Afri, tardamos media hora en cruzar una calle). Luís se divierte desde el primer día por cómo conducen (I´m loving it) pero dice que quiere tener chofer de mayor (glup, glup, esto se está volviendo en nuestra contra).


Lo bueno del calor húmedo y las sudadas es que la piel se nos está quedando limpita limpita y super hidratada con los litros por hora al sol de agua que nos metemos en el cuerpo. Lo malo es que las fotos pierden todo posible glamour y nuestras adolescentes no están contentas con el resultado. Y eso que su autoestima está disparada con todo el mundo pidiéndoles fotos y selfies con ellas, incluso cuando la pesada de su madre insista en que cuiden el “dress code”. ¿Será casualidad que hayamos preparado el viaje leyendo el clásico “Un buen partido”, viendo “Bodas y prejuicios”, enviando a Inés a casa de un amigo a Mumbai, teniendo dos hijas casaderas? “Which country is suffering without you?” dijo ayer un tipo a Inés por la calle.
A mí me piden menos fotos, pero conste que también también. Y a los Luises a veces pero muchas como intermediarios para llegar a las niñas (“with women», les dicen :-). En algunos palacios con mucho turismo local acaba siendo difícil dar dos pasos seguidos sin que alguien te pida una foto o disimuladamente te siga con el móvil. A pesar de que Sofía asegura tener agujetas de sonreir al final del día, We like it. Aprovechamos para preguntarles de dónde son, cómo se llaman, qué hacen en, la mayoría de las veces, inglés muy elemental.
Relacionarte con indios y reflexionar sobre el matrimonio concertado va en uno. En una conversación en el tren con un chico joven, pero según él mayor para el matrimonio, nos cuenta fríamente que está adelgazando para conseguir una mejor chica que su madre y tías están buscando, que dote con su edad ha dicho a su madre que no pida, que no está para ponerse quisquilloso. Nuestros profes de yoga en el retiro, emparejados por sus familias, lo defienden con tal naturalidad que te animan a darle una vuelta. Parece más un acuerdo comercial, vital, que se renueva día a día. Total, de todos modos el enamoramiento se acaba. Claro, luego ves las pelis romanticonas de Bollywood y la teoría se desmonta.
Estos profes yoga-gurus, Hitanshi y Gourav, majos donde los haya, con los que hemos pasado unos días en el pre Himalaya, autores del “inhale deeply exhale completely” que se ha convertido en el chiste más repetido del viaje, junto con el “busca tu árbol” de los ejercicios de meditación, no quieren tener hijos y en su discurso repiten obsesivamente el problema de sobrepoblación de la India. Entonces llega el día de la Independencia 15 de agosto y caes en las cifras de 1.300 millones de población frente a los 300 de hace 70 años y te entra tremendo mareo. La esperanza media de vida entonces era de 32 años. Se podrán cuestionar las políticas de Nehru en ese periodo en comparación con otros países de la región como Corea del Sur, Japón o Tailandia, pero no parece fácil mantener un crecimiento económico al ritmo de esa explosión poblacional. Aunque lejos de los terribles años 70 en los que el pueblo se alimentaba de barcos de grano y ayuda alimentaria procedente de la cooperación internacional (“from ship to mouth” se bromeaba sarcásticamente entonces) y que el boom económico basado en parte en apertura económica y oferta de servicios tecnológicos algo de riqueza/empleo ha generado (poco en la mayoría rural poco formada), lo cierto es que los niveles de pobreza siguen siendo intolerables, demoledores, desesperantes. En el primer paseo Sofía ya lloró con un niño que le pedía insistentemente una rupia. Viéndolo su prima de 6 años le dijo: “mejor no les mires”, repitiendo lo que a ellos les han tenido que decir para que sobrevivan en su día a día, con una familia viviendo en un puente por el que van todos los días al colegio donde hay un slum tremendo enfrente. En otro momento de los primeros días Inés dio su helado de naranja a un niño que la miraba y no quiso que le comprásemos otro: se le habían quitado las ganas. Luís en un tuc tuc me pasó de repente su cartera, con dinero del presupuesto que damos a cada uno para sus gastos: “mama, dale algo, por favor, dale algo” descompuesto. Lo normal, o ¿qué esperábamos?… estos aprendizajes también queremos que se los lleven de la India, acompañándoles en el proceso para consolidar su conciencia social. Hemos acordado que, como no podemos dar a todo el mundo, al menos a una persona cada día, sí (acaban siendo unas cuantas más pero al menos hemos puesto algo de razón en la sinrazón).


Agradecidos por momentos mágicos como la noche observando los crematorios desde el Ganges en Benarés, las cometas en el cielo del día de la Independencia o las sesiones de yoga mirando a las montañas infinitas. Confirmando que se te pone cara de local sólo con un corte de pelo y que pisar una caca de vaca sagrada líquida tras el monzón con tus sandalias nuevas no trae suerte.
Aún nos quedan unos días aquí acompañados por libros y pelis que nos ayudan a entender y para seguir enterneciéndonos con el ladeo de cabeza, la niña que te dice: I´m very happy ,porque se ha hecho un selfie contigo, el horario “de sunrise a sunset” (¡¿hmmm?!) o los gestos como el del camarero que se sentó en la silla de Inés mientras tomaba nota tranquilamente y ella esperaba de pie. Cucumber? No, tomato salad. Mango juice? No, banana juice (vamos, que ya te traigo yo lo que me apetece) o la señora que saca la cabeza por la ventana y te da charla (y tú, ¿cómo te llamas?). Continuaremos riéndonos con la falta de comunicación, como Inés tronchada viéndonos asentir con interés a un guía al que no entendíamos una palabra y practicando el arte del regateo, difícil en algunos casos pero alucinante y sencillo en otros (tuk tuk: 200 rupias. No, 50. Ok come on :-0).
Vamos que… mama, papa, tenéis que venir. Témome que se quedan una temporadita. Sorry about that 🙂
1 Comments
Vaya familia de trotamundos! Qué viaje más alucinante …
una vez más me encantan tus crónicas sis in law.
Besos